domingo, 10 de julio de 2011

Aires de Rendición

Aquel hombre quiso alguna vez no haber sido influenciado por el mundo. Aquel hombre, jamás pensó en que existieran malos actos. Aquel hombre jamás quiso que su madre le traspasara sus miedos. Aquel, siempre creyó que sería todo bueno en la vida. Y jamás siquiera pensó, que en quienes siempre mas ha confiado, son quienes más lo han decepcionado.
Ese muchacho, siempre fue por la vida alentando a sus semejantes, tratando de mejorar las habilidades de los demás, para así poder crear una buena y sana competencia, sin haberlo pensado antes, para poder superarse él mismo. Sin embargo, en el camino, luego de enseñar todas sus habilidades a los demás, para poder competir de igual manera, se vio superado por otras artimañas antirreglamentarias, para hacer tropezar al muchacho y hacerlo caer. Aun así no se dio por vencido para seguir adelante.
Nuevamente aquel joven, con un corazón enorme, trabajó duro durante largos años, en algo que sentía de corazón le gustaba. Investigó, se capacitó, derramó sangre, sudor y lágrimas. El día estaba cerca. El día para el gran reconocimiento de todo aquel trabajo se aproximaba a pasos agigantados. Sentía la confianza para demostrar todo lo aprendido. Le habían hecho saber, que confiaban en él. Entre la desazón y el llanto, escucho: “habrá otra oportunidad”. La sensación de impotencia, llenaba su corazón. Miró hacia el horizonte y decidió aprender la lección.
Sin perder los ánimos, estudió años, llevó a cabo proyectos que jamás habría pensado. Ideó planes con amigos que sentía hermanos, cuantos días compartieron juntos, conversaron juntos, estudiaron juntos. El pacto de lealtad que realizaron, en donde se apoyarían mutuamente, cuidarían y cobijarían, se quebró. Aquel joven, perdió la amistad de su tan añorado y querido amigo. Quien lo dejó solo y además, cobró los créditos de todo el trabajo realizado durante años. Pensó durante muchas noches lo que había sucedido, pero no se rindió. Se dijo así mismo que encontraría otra motivación.
El hombre conoció un día de casualidad una persona, de quien se sentía de un momento a otro, confortablemente cómodo, pasaron los días y los meses, y su vínculo de la noche a la mañana creó un mundo nuevo para él. Algo magnífico y placentero. Creía que aprendía a vivir nuevamente, descubrir nuevos colores, nuevos aromas, conectarse con el mundo y a la vez apartarlo. Como es de saber, no se rindió.
Muchas veces el joven pensó ir en busca de la felicidad. Nunca supo por dónde empezar, ni como buscarla, solo supo que llegó. Pero aun así, no dejó de sentirse decepcionado por los que más cerca sentía. Pero también, aprendió a conocer algo nuevo de cada persona que en su vida pasaba. Aprendió, que se aprende rápidamente desde pequeño las cosas malas de la vida. Que con el correr de los años se aprende a valorar las cosas buenas y reconocer cada trozo de virtud de las demás personas. Es lo que al final de la vida, el que fue este joven, se pudo dar cuenta que al no bajar los brazos provocó.

1 comentario:

Rob dijo...

Esta bueno man!!
me gustó
** no bajar los brazos **
:)